viernes, 2 de diciembre de 2016

PERO ESTO QUE ES


Estoy flipando. Hace mas de 6 años que no toco el teclado para decir toas las paridas que se me ocurren, y de pronto, heteme aqui que me estoy cuestionando unas cositas: ¿para que escribo?¿para quien?¿con que fin?¿que necesidad oculta tengo de hacerlo?. ¿Soy un gilipoyas? un friqui? un alobao mental que no tiene otra cosa que hacer que perder el tiempo hablándole a la nada? a un ser imaginario? a un colega del arte visual? a una piba que no se si existe y que quiero impresionar con mi "inteligente" inteligencia? y mis ingeniosas ocurrencias?. No se, me veo como un gilipoyas. Y no me importa decírselo a nadie, al mundo virtual de internet, pues el solo hecho de escribirlo me da que pensar y a veces me viene una respuestita: ego, vanidad, soledad, petición de auxilio, esperanza de amor, esperanza de palmaditas, el nobel de literatura si al final no lo recoge Bob Dylan, que se yo.
Estuve 10 años en nueva york, me separe de Laura cuando nació mi tercera hija. Me enamore increíblemente de Paula y me fui a vivir con ella, y abandone el bloj. Hace un mes que hemos roto por culpa del rabo del diablo y mi mente es fidedignamente como un cuadro de pollock, 
No se por qué escribo esto. Debe haber alguna razón ansiolítica.



-  Si no vas a ir a por el nobel dilo y voi yo que estoy pelao de pasta

Ya hemos visto que nuestra moderna noción de que un artista debe ser original no fue en modo alguno compartida por la mayoría de los pueblos del pasado. Un maestro egipcio chino o bizantino se habría asombrado ante tal exigencia. Ningún artista medieval del occidente europeo habría comprendido por qué tenía que crear nuevos modos de plantear una iglesia, dibujar un cáliz o representar escenas de la historia sagrada cuando tan bien habían servido a tal propósito los modos antiguos. El piadoso donante que deseaba dedicar un nuevo altar a una reliquia sagrada de un santo patrón, no solo intentaba procurarse los materiales más preciosos que se hallaban a su alcance, sino que intentaba también suministrar al maestro que había de ejecutar su encargo un antiguo y venerado ejemplo de cómo debía ser interpretada correctamente la leyenda del santo. El artista no debía por qué sentirse cohibido por encargos de tal índole, pues le quedaba campo de acción suficiente para demostrar que era un verdadero maestro y no un chapucero



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