Vivimos una época dentro del mundo del arte, en la que ya nadie sabe que coños es “eso” del arte, ni ya nadie está capacitado para decir lo que no es; y muchas de las veces por temor a que le tilden de idiota, como poco, pues algo peor y más hiriente también puede ser; o por esa comodidad a la que estamos acostumbrándonos la Sociedad Humana, sobre todo la española, de callarnos cuando nos la quieren meter doblá. Y si no, véanse los ejemplos de los mamoneos políticos que nos tangan todo lo que les sale de los güevos y no decimos “na de na” (si acaso que los “otros” también lo hicieron – lo que demuestra que no importa que te den por detrás, sino el quién te dé); o del disgusto de la población madrileña cuando, por fin, encontrándose con unos trabajadores con cojones, que usando su derecho a la huelga para que no les bajen el mísero sueldo que tienen, en lugar de pensar algo así como: “menos mal que alguien hace algo por sus derechos”, lo que piensan es en el fastidio de la comodidad de dos días de sus vidas y pasan de solidarizarse con una causa justa (¡¡como con ellos no va la vaina¡¡). “Enfín enfán – enfán enfin”; que yendo a lo que me lleva, el Arte con mayúsculas, éste a lo largo de su historia ha tenido sus varios y decisivos puntos de inflexión: el descubrimiento de la revolucionaria perspectiva allá por el Renacimiento, el Giotho que no macuerdo ahora mismo ques lo que hizo pero que fue algo importante, los amariconaos y valientes románticos saliéndose del tiesto burgués, Velázquez con eso de lo que fuera la perspectiva aérea, el fatal Picasso inventándose esas cosas tan raras del cubismo y demás chorrás, y etc. y etc. Mas la vida sigue inflexible su camino y con ella, de la mano, el Arte. El arte acompaña a la vida y se amolda a sus circunstancias (véase el mismísimo ejemplo del momento de mierda que vivimos y la mierda de arte que hacemos). Pero justo hoy, ahora, cuando estoy escribiendo esto, se está produciendo el punto de inflexión más importante de su andadura y por ende del siglo XXI, siglo donde todo va a cambiar y donde, quizás, digo quizás, el arte vuelva a ese camino de proyección espiritual humana de la Humanidad de donde nunca tendría que haber salido.
Esta inflexión de la que hablo y de la que hago participe a la Humanidad sin pedir nada a cambio, es el desarrollo de “mi creación como artista”; y es: la oposición entre el objeto artístico y el trabajo del artista: el objeto, la obra, el cuadro, la pintura, la materia, la cosa, lo que sea vs. (creo que esto de vs significa “contra”) el trabajo que se ha “creado” para realizarlo, cómo se ha pintado, qué actos tanto materiales como mentales han hecho falta, o cuáles se han logrado, qué amor se ha puesto en ello, qué coraje de intención ha hecho falta, el esfuerzo en la realización para no conformarse con “dahigual, así va quedando bien”, sino para superarse hasta no poder aportar más a la obra, y sobre todo, repito, sobre todo la emoción que tiene el artista mientras realiza su trabajo. Y el que se vea toda esta intención intangible en el objeto es necesario mas también secundario. Habría que bucear en el alma del pintor, conversar con él, invitarle a un botellín con pincho o a un café con leche y que nos fuera hablando con la boca llena de avidez y trozos de tortilla de su experiencia a la hora de pintar el cuadro. Que nos hablara de sus anhelos, de sus frustraciones, de sus penas y sus alegrías, del IBI que no puede pagar, del alquiler del estudio, del seguro de la frugoneta, de los cabrones de los galeristas que solo cogen gente pija porque se pueden pagar ellos mismos los gastos de los canapés y los vinitos de la tierra.
Insisto que hasta hoy el arte consistía en un objeto, bien fuera un simple lienzo lleno de buen dibujo y color, hasta las más estúpidas extravagancias de performances, instalaciones pseudo fontaneras, eléctricas, encaje de bolillos, atar un perro a una pared hasta que se muera de asco o hambre, o cortarle la polla a un muerto y meterla en un frasco con formol. Pero todo eso lo he destruido yo, y ya no hay vuelta atrás. Ya que no puedo competir con el mundo de la estupidez, la ignominia, los intereses monetarios y la abrumadora tontería humana colectiva del mundo del arte, me he sacado de la manga por “arte de biribirloque” una forma muy, pero que muy licita de expresar la emoción, los anhelos de artista, mis intereses espirituales y demás cosas raras; oxea todo lo que es arte de verdad. Y todo esto que cuento, (aquí viene la explicación como decía el alcalde de Mr. Marshal City), es que: se trata de pintar emocionado (¡¡vamo a vé si cuela¡¡). Es la lucha entre el objeto y el trabajo de ese objeto. El objeto contra todo lo sentido, todo lo llorado, todo lo pensado, todo lo esforzado, todo lo implicado para realizar ese objeto. Y puede que los cuadros sean una mierda y que no lleguen a un nivel artístico medio aceptable del copón, pero es que eso no es lo que hay que mirar (para mi beneficio, a todo esto). Es más, no hay que mirar nada, solo hay que sentir mirando, y ver si se siente algo; sentir la emoción de uno mismo al mirar a la vez que crear el matrimonio con la emoción del artista. A lo largo de nuestras vidas nos han ido enseñando a mirar el arte desde un punto de vista totalmente material, de objeto, de explicación de ese objeto, qué representa, dónde nació el artista, con quien se casó, qué Papa abusaba de su condición de Papa manejando el cotarro como le salía del habito, qué vicios tenia (el artista - al Papa ya le dejamos en paz). También nos cuentan la historia del objeto: que si estuvo en tal o cual museo, que alguien lo compro por una millonada de dólares y se lo regaló a su novia en la boda para que al final le pusiera los cuernos con el jardinero, y demás hechos insustancialidades. El caso es que en mi caso, pinto lo que pinto porque me sale de los güevos, y además me emociona pintarlo. Me emociona saber que quizás en su momento emocione a quien creo que va a emocionar; pinto emocionado suspirando por esa idea, pinto emocionado pensando que va a servir de empuje espiritual a la Sociedad. Emocionado me pillo el objeto, un rincón de mi pueblo, una calle, una vista, el depósito del agua; retazos de algún rincón mi pueblo que es lo que más quiero en este mundo, además de mi bici, mis hijos, y un reloj de oro que me regalaron hace tiempo y que no consigo vender. Y empiezo a rememorar. A rememorar momentos intensos, el picor de los rayos del sol naciente, el olor de los sacos de cebada, la frescura del aroma de la tierra mojada, la vista del aire que no se ve pero se respira con los ojos, nuevos amigos, amores incandescentes como las brasas pero con menos futuro que Zapatero en las próximas elecciones, emociones de adolescencia; y con toda esa carga de emotividad que me sale por las orejas empiezo el trabajo, empiezo a pintar y empiezo a poner toda mi emoción en el trabajo del cuadro. No intento hacer una figuración lo más parecida posible ¡¡que va¡¡ para nada, menudo rollo. La foto del portalón de las escuelas, de una calle o de un rincón no es más que los andamios en los que voy situando mis pinceladas y mis emociones. Luego, como en toda buena obra, los andamios desparecen y queda la emoción bajo el recuerdo de esos andamios sujetando la emoción. Hay cuadros en los que después de pintados, yo mismo me quedo anonadado de la piltrafa que me ha salido, pero oye¡¡ no puedo dejar de sentir una gran emoción. Me encuentro subyugado, ante algo que es difícil de expresar, como la posibilidad de emocionarse con una mierda, pero en fin. Pues ese es el punto de inflexión del arte del siglo XXI. Yo, Javier Dugnol Moreno, Cereales para los que me quieren y los quiero, he rescatado al arte de su estercolero de más de un siglo de cagadas picassianas, para devolverlo al lugar de donde nunca debiera haber salido, de Altamira, de Venecia, de la mísera rúe donde pintaba Vangogh, del Alcázar de Velázquez, del taller de Tiziano, y de todos esos sitios en donde algunos grandes ijos de puta, que por algún don de Dios, se les fue concedido el don de no crear tan solo el objeto, sino de llevar implícito en él la emoción humana. Y Yo he hecho lo mismo, solo que a diferencia de estos grandes maestros, UN SERVIDOR, con lo esto del objeto me tengo que conformar con lo que buenamente me salga y con eso, a ver si me voy apañando con lo de la emoción solamente. Pues si fuera como Tiziano, Velázquez o vanGogh, que el objeto acompañara a mi obra, aquí iba a estar yo escribiendo este mamotreto de panfleto, ¡¡no te jode¡¡.
Madrid a 12 de Julio de 2010 - DIPE (Día Internacional de la Pictoric Emotion)