ARCO de derechas
ARCO de izquierdas
Futbolista del copón.
Visto lo visto, en mis recientes desengaños en la política (más bien, los políticos), y en el arte (que no me quieren ni en ARCO; que si es por convencional, que no; y que si por demasiado innovador, que tampoco) ya solo me queda expresar que: A DÍA DE HOY SOLO ME QUEDA DAR GRACIAS A LA ÚNICA PERSONA QUE ME HA DEVUELTO LA ILUSIÓN POR VIVIR Y por SEGUIR ADELANTE y que me ha dado que pensar que para qué queremos política teniendo fútbol. 6 Gracias Cristiano, 6; como dijo Alfredo Landa en no se que película, ya solo creo en Dios, en las tetas grandes mejor que en las pequeñas y en Don Cristiano "golazos" Ronaldo. Ah¡¡¡ y en Messi, que si no ya empezamos a polarizarnos y empieza otra vez la polémica.
Si la comunicación fuera una cualidad exhaustiva del arte, habría que aceptar que una superproducción cinematográfica o una canción ligera son mas artísticas que un bello poema o que una magnifica pintura porque gozan del favor de las masas populares, mucho mas numerosas que los ambientes, forzosamente muy restringidos, de los críticos, de los entendidos y de la gente culta. En contra de esto, podría afirmarse que, a través de los siglos, el público de una verdadera obra de arte es quizás mayor que el público - muy amplio pero efímero - que en un momento dado la utilización de los medios de masas proporciona a una canción ligera. Pero reducir la calidad artística a la simple comunicación conduce precisamente a cambiar la noción de arte que, de esta forma, perdería en valor y en duración lo que ganaría en extensión y en presencia. Privar al arte de su carácter excepcional es privarlo también de su universalidad y de su perennidad: el arte que está al alcance de todos, completamente inmerso en la vida de su época, presente en los menores aspectos de la civilización de la que forma parte, es un arte tan ligado a sus condiciones históricas que esta destinado a morir con su época y a hacerse cada vez mas incompresible. Es un arte acorde con una época de masas como la nuestra, en la que es prácticamente un deber social el atribuir a los productos abundantemente consumidos por las masas el mismo merito y dignidad que a las obras apreciadas por las personas refinadas y competentes; en la que se piensa más en situar a una obra en su contexto histórico que en la posibilidad de fijar su valor; en la que no es escandaloso que la industria cultural trate de la misma manera una obra cuyo único valor consiste en ser objeto de comunicación y de consumo y una obra cuyo valor reside en si misma y en su propia independencia soberana; en la que, en resumen, el arte se sustituye por su "Ersatz".
Si la comunicación fuera una cualidad exhaustiva del arte, habría que aceptar que una superproducción cinematográfica o una canción ligera son mas artísticas que un bello poema o que una magnifica pintura porque gozan del favor de las masas populares, mucho mas numerosas que los ambientes, forzosamente muy restringidos, de los críticos, de los entendidos y de la gente culta. En contra de esto, podría afirmarse que, a través de los siglos, el público de una verdadera obra de arte es quizás mayor que el público - muy amplio pero efímero - que en un momento dado la utilización de los medios de masas proporciona a una canción ligera. Pero reducir la calidad artística a la simple comunicación conduce precisamente a cambiar la noción de arte que, de esta forma, perdería en valor y en duración lo que ganaría en extensión y en presencia. Privar al arte de su carácter excepcional es privarlo también de su universalidad y de su perennidad: el arte que está al alcance de todos, completamente inmerso en la vida de su época, presente en los menores aspectos de la civilización de la que forma parte, es un arte tan ligado a sus condiciones históricas que esta destinado a morir con su época y a hacerse cada vez mas incompresible. Es un arte acorde con una época de masas como la nuestra, en la que es prácticamente un deber social el atribuir a los productos abundantemente consumidos por las masas el mismo merito y dignidad que a las obras apreciadas por las personas refinadas y competentes; en la que se piensa más en situar a una obra en su contexto histórico que en la posibilidad de fijar su valor; en la que no es escandaloso que la industria cultural trate de la misma manera una obra cuyo único valor consiste en ser objeto de comunicación y de consumo y una obra cuyo valor reside en si misma y en su propia independencia soberana; en la que, en resumen, el arte se sustituye por su "Ersatz".
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